Bartolomé Esteban Murillo fue, en mi opinión y la de muchos otros, uno de los más grandes genios de la pintura española, mostrando un estilo enormemente personal en el que destacan la dulzura y ternura de sus personajes (en especial cuando retrataba niños), los colores suaves, sus líneas de pincelada fácil, y la dorada luminosidad que conseguía impregnar en sus cuadros. Se estima que en el mundo existen cerca de quinientas obras auténticas de este prolífico y fantástico pintor.
Murillo fue un pintor con una intensa espiritualidad como lo demuestran sus numerosas obras religiosas y, especialmente, sus cuadros y lienzos dedicados a la Virgen María, más en concreto a la Inmaculada Concepción (en el Museo del Prado podemos disfrutar de cuatro de ellos, pero sus creaciones marianas llegan hasta Rusia, en el Museo de San Petersburgo hay también una de ellas).
Bartolomé Esteban Murillo nació el 31 de diciembre de 1617 en Sevilla, llegando a constituirse como uno de los mejores pintores barrocos del momento, su sensibilidad en la pintura parece anticipar algunos aspectos del Rococó. Contó en vida con numerosos seguidores y discípulos que prolongaron su influencia en el arte hasta más allá de la mitad del siglo XVIII. Su fama llegó a traspasar fronteras, constituyéndose en aquella época en el pintor español más respetado y valorado fuera del territorio español.
Curiosidades sobre Bartolomé Esteban Murillo
La mayoría de su producción artística está constituida por obras de temática religiosa, ya que en ese momento los mayores contratistas de arte formaban parte del clero, pero también pintó numerosos cuadros y lienzos de género dedicados a la “picaresca” española, género principalmente novelesco en el que destacaron escritores de la misma época como Baltasar Gracián o Francisco Quevedo.
Sus padres no se mostraron demasiado conformes con su vocación artística. Su madre quería que se dedicara al sacerdocio y su padre que trabajase como mercader, pero a los doce años de edad, de la mano de su tío, un prestigioso cirujano que era amigo del pintor Juan del Castillo, le concertó una prueba. El pintor quedó sorprendido por la genialidad de Murillo y terminó diciendo: "Dios ha puesto gran destreza en sus manos, así como muchos sueños y empuje en su corazón". Aun así, fue su tío quien tuvo que convencer a sus padres para que le permitieran empezar como discípulo de Juan del Castillo.
Los padres de Murillo fallecieron antes de que cumpliera veinte años dejándole en una mala situación económica y al cargo de su hermana. Al artista no le quedó más remedio que vender sus creaciones en el mercado de la Feria de Sevilla y pintar al aire libre para vivir del poco dinero que podía conseguir.
Afortunadamente su tío pudo hacerse cargo de su hermana, lo que permitió que Murillo, pintando cuadros religiosos que le eran encargados para surtir las iglesias que se estaban construyendo en los territorios españoles del nuevo mundo, consiguiese reunir algún dinero. Este dinero le permitió ir a Madrid donde, viendo inmediatamente su valía, su paisano Velázquez le dio protección. Murillo estuvo trabajando en los talleres de Velázquez durante tres años, hasta que su tío falleció y tuvo que volver a Sevilla para hacerse cargo de su hermana.
Ya en Sevilla fue contratado por el prior de los franciscanos para que trabajase como pintor en su monasterio. El sueldo sólo le permitía cubrir las necesidades más básicas de él y su hermana, pero este trabajo le sirvió para empezar a darse a conocer. Durante los tres años que tuvo este trabajo produjo once obras.
Murillo pintó numerosos lienzos de la Virgen María, de los cuales al menos veinticinco figuran bajo el título de la Inmaculada Concepción (aunque este dogma no se proclamó oficialmente por la iglesia hasta mediados del siglo XIX).
Su esposa, Doña Beatriz de Cabrera y Sotomayor, con la que contrajo matrimonio en 1648, fue su modelo para un gran número de sus obras dedicadas a la Inmaculada Concepción. Sus facciones se correspondían con el ideal de belleza mariana de aquella época, con rasgos equilibrados y mirada trascendente e intensa. También empleo a sus tres hijos como modelos de ángeles y querubines.
En el hogar de Murillo siempre reinó el fervor por la religión, de tal manera que dos de sus hijos se hicieron religiosos. Su hijo Gabriel se hizo franciscano y su hija Isabel Francisca dominica.
Ya pasados los sesenta años Murillo sufrió una peligrosa caída mientras se encontraba pintando el retablo de los Capuchinos de Cádiz subido a un andamio. Esta caída le provocó importantes secuelas que terminaron por llevarle lamentablemente a la muerte, aunque esto ocurrió unos meses después.
Murillo fallecía con sesenta y cuatro años de edad el 3 de abril de 1682, poco después de dictar su testamento –su salud se encontraba tan resentida que no tuvo fuerzas para redactarlo por sí mismo-, siendo enterrado, según su deseo, en “su” parroquia de Santa Cruz, iglesia que desapareció durante la ocupación francesa de Sevilla y en cuyo solar se construyó la actual plaza de Santa Cruz. Los restos del pintor descansan en algún sitio desconocido del subsuelo de esta plaza.
La codicia francesa produjo durante la invasión napoleónica el mayor expolio de obras de arte jamás sufrido en España y, más en concreto, en la ciudad de Sevilla. Fueron más de quinientas obras las que salieron de España, muchas ellas de Murillo. Todos estos murillos iniciaron su periplo por diferentes lugares y países, siendo subastados en aquella época a precios astronómicos, afortunadamente son bastantes obras las que lograron subsistir a este hecho.
Los mejores cuadros de Murillo
Ya se sabe que en cuestión de arte los gustos pueden ser muy variopintos, pero estas son las obras de Bartolomé Esteban Murillo que personalmente considero las mejores.
La Inmaculada Concepción de los Venerables (o de Soult): un impresionante óleo sobre tela de 274 x 190 cm. que se encuentra en el Museo del Prado y pintado por el artista en 1678. Esta obra emana una energía, una luz y una sensación de movimiento que a mi personalmente me fascina. Es, sin duda, uno de los mejores ejemplos de la pintura barroca española. En 1813 fue trasladada a Francia durante la Guerra de la Independencia por el mariscal Soult. En 1941 fue devuelta desde el Museo del Louvre a España.
El sueño del patricio: otro óleo sobre tela de 232 x 522 cm. creado entre los años 1660 y 1665 que también se encuentra en el Museo del Prado. El cuadro representa una aparición mariana al patricio y a su mujer mientras duermen. Este lienzo junto con El patricio revelando su sueño al Papa Liberio, son dos de las obras más importantes de Murillo, tanto por su grandiosidad compositiva como por su gran tamaño. También fueron llevadas a Francia y expuestas en el Museo Napoleón hasta que en 1816 fueron devueltas a España siendo depositadas en aquella época en la Real Academia de San Fernando.
Niños comiendo melón y uvas: se trata de una obra por la que tengo un especial cariño, ya que desde mi niñez mis padres tienen una copia de la misma. Se trata de un óleo sobre lienzo pintado por Murillo entre 1645 y 1650. La obra original se encuentra en la Neue Pinakothek de Múnich. Constituye una de sus primeras grandes obras en la que se aprecia la influencia naturalista pero donde ya se empiezan a apreciar los toques de transparencia y fluidez que caracterizan su obra. Los detalles de los personajes, dos niños pícaros, con vestimentas raídas y gestos de ansia y gula, están perfectamente captados por el artista.
1 comentarios:
Se sabe si en este cuadro le ayudo algún discípulo a pintarlo
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